12 dic 2009

Técnicas Literarias IX: Veo veo


Veo, veo... ¿Qué ves? Veo que cuando alguien visualiza escenas y personajes, hacerlas ver es sustancialmente más sencillo.

Suele ocurrirnos, especialmente a los noveles, que imaginamos retazos de la historia: tal vez una voz, o un conflicto, o un pelo castaño claro. A medida que tiramos del hilo, nos vemos en la necesidad de contextualizar: a ese pelo claro le faltan unos ojos, un cuerpo, un suelo sobre el que pisar, unas paredes... En definitiva, un ambiente complejo que debemos conocer a la perfección si queremos que el lector lo sienta como tal. Lo que ocurre es que solo sentimos interés por el inicio del hilo, lo que nos obligó a tirar de él, y el resto lo elaboramos con un tejido frágil y apresurado que apenas se sostiene por sí mismo. ¿Cuál es la clave para imaginar un ambiente completo y detallado que deje al lector con la sensación de conocer el lugar sobre el que pisa nuestro personaje?

He descubierto que no basta con echar mano de una guía de viajes y describir el paisaje tal y como allí aparece. La descripción debe contener o al menos ser capaz de generar una emoción en el lector. Por eso creo que puede ser útil hacer un ejercicio de imaginación. No conozco ni conoceré nunca la casa de Morningside, Edimburgo en la que transcurre parte de mi novela. Vista la escasa información que daba sobre ella en el primer borrador, decidí ponerme manos a la obra. Vi montones de casas a través de Internet: precios, características... así hasta que me familiaricé lo bastante con ellas. Después pensé cómo quería que fuera la mía. Imprimí algo de información (benditas las clases de inglés) y una foto de la fachada. Este fue el resultado:

Caminamos durante diez minutos, hasta detenernos junto a una casa algo más grande que el resto. Conté tres pisos de piedra ahumada y cuatro enormes ventanales. El jardín frontal consistía en una pequeña alfombra de hierba bien recortada y varios tiestos. Mamá llamó al timbre. Mientras esperábamos, Melissa se sacudió los zapatos y se repasó el carmín.

Y todo para dedicarle un par de palabras... pero la imagen de la casa la tenía pegada a las retinas mientras escribía. Y eso se nota. Se nota porque no hay que inventarse pasillos ni esquinas a medida que avanzas en la escritura, porque todo parece más creíble. NECESITAMOS VER PARA DESCRIBIR. VER PARA QUE OTROS VEAN A TRAVÉS DE NUESTROS OJOS.

Y para no parecer una agente inmoviliaria, recurrí a otro pequeño recurso: pensar que la casa no sólo se verá a través de mis ojos, sino a través de los ojos del narrador, en este caso una mujer que narra hechos acontecidos cuando tenía unos diez años.

Así que, en definitiva:

  • Conviene conocer con todo detalle el ambiente en el que van a moverse los personajes. Lo más útil es recurrir a lugares que conocemos, pero en caso de que no sea así, recomiendo tragarse toda la información posible. Esto funciona como un iceberg: en el relato o novela solo se verá la punta, pero hay mucho hielo debajo del agua.
  • Enfocar la información desde la óptica del narrador: baño de subjetividad.

9 comentarios:

  1. Hola, naTTs: otra de tus excelentes entradas (aplausos). Creo que has dado en la clave. Escuché hace algún tiempo que los autores que no han visitado un lugar concreto, y que sólo lo han visto en fotos o a través de libros de viajes, tienden a "embellecerlo en exceso". Vamos a ponerlo demasido irreal. La contramedida para que esto no ocurra la has dado tú misma: leer mucho, ver mucho, ojear mucho... empaparte de información, de tal modo que, cuando describamos, sólo saquemos unas pocas frases pero con mucho sabor, muy... auténticas.
    Es un consejo excelente y te felicito por esa conclusión.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Muy útil tu consejo, lo tendré en cuenta^^

    Besotes^^

    ResponderEliminar
  3. Deusvolt:

    Gracias, como siempre, por dar sentido a mi trabajo diciéndome que te ha servido de ayuda. Te confieso que escribí la entrada a raíz de una pequeña iluminación, pero transcurrida media hora, me puse a pensar en que, tal vez, la información fuera un poco obvia . Luego me di cuenta: nos ocurre a muchos, y no podemos explicarlo... pero lo tenemos delante de las narices.

    Lo resumes muy bien en esta frase:
    La contramedida para que esto no ocurra la has dado tú misma: leer mucho, ver mucho, ojear mucho... empaparte de información, de tal modo que, cuando describamos, sólo saquemos unas pocas frases pero con mucho sabor, muy... auténticas.

    Besos!!!!!

    ResponderEliminar
  4. Ichirinnohana:

    Me alegro de que te haya servido tanto como a mí. ¡A ver qué tal la práctica!

    Abrazos,
    naTTs

    ResponderEliminar
  5. Al retomar el cliché: una imagen vale más que 1000 palabras, lo hacemos conscientes de la rapidez que la información llega al cerebro a través de nuestros ojos.

    Nuestra labor como escritores, consiste en generar imágenes mentales a través de las palabras; de ahí la importancia de observar en vez de mirar.

    Te felicito por el artículo.

    Un cordial abrazo,

    Daniel DC

    ResponderEliminar
  6. Muy buen artículo naTTs R, nos enseñas mucho. Además, tienes el don de ser muy clara en tus exposiciones. Eres muy didáctica.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Daniel, tienes razón: todo comienza con una imagen mental que debemos describir. Hay que tener paciencia y saber cómo dar forma a esa imagen; tanto eso como plasmarla acaban llegando con la práctica.

    Gracias por leer, y felicidades a tí por esa estupenda colaboración escrita para la UN Chronicle.

    Abrazos,
    naTTs

    ResponderEliminar
  8. Enrique, espero de verdad que te haya sido de ayuda. Disfruto un montón con esto: la verdad es que teorizando se aprende muchísimo, y al igual que con mi novela, trato siempre de escribir aquello que me gustaría leer. Lo más importante es que todos sacamos provecho.

    Besos,
    naTTs

    ResponderEliminar
  9. Con una única palabra: !Aplausos!

    Con más: no puedo menos que acordar palabra tras palabras con esta entrada, NaTTs. Creo que es fundamentalísimo tener una imagen completa en la mente (y en el corazón, si se requiere, jejejeje), como decís, el iceberg completo. Luego habrá que morderse los codos para escribir solo un breve párrafo, evitando el contar "todo lo que uno sabe", pero eso ya es harina de otro costal... El caso es que sí creo que el lector advierte esa "completitud" que existe en la mente del autor. O advierte la falta de ella. Aunque solo sea un breve párrafo el resultado final.

    Por eso es que, si se mira con atención, resulta tan difícil escribir buenas novelas históricas o "de época", sobre todo si hay que incursionar en sociedades sustancialmente diferentes a aquella en la que uno vive. Muchas veces uno encuentra cosas que hacen ruido, y hacen ruido porque, por ejemplo, se está leyendo una novela situada en un lugar o época donde el cristianismo no existía, pero el autor no es capaz de escapar al hecho de que ha vivido toda su vida en una sociedad marcada por el pensamiento cristiano durante siglos y siglos (aunque él, en lo particular, no lo sea).

    En fin, me fui por las ramas, jejeje.

    El caso es que no es banal esta entrada, NaTTs; efectivamente, es una de las cuestiones en las que uno puede no llegar a reparar hasta que alguien te abre los ojos y te dice: "oye, ten presente esto".

    Abrazos,
    Esther

    ResponderEliminar